Queridos hermanos y hermanas en Cristo:
El salmo 33 en su versículo número 5 afirma que ‘su misericordia (de Dios) llena la tierra’. Un poco más adelante también nos dice ‘el plan del Señor subsiste por siempre’ (versículo 11). A nuestro alrededor siempre podemos encon- trar motivos para no creer y alejarnos de Dios y de su Iglesia. Sin embargo, Dios derrama su Gracia en este mundo y especialmente en el corazón de los hombres. Este pequeño artículo para nuestra Hermandad de la Misericordia tiene la intención de situarnos en disposición de acoger el amor de Dios que inflama nuestros corazones y da sentido a quiénes somos y lo que hacemos. Además, con la ayuda de la reflexión compartida por el Sínodo de los Obispos para los jóve- nes, deseamos ofrecer el camino para una Iglesia joven. Nuestra fe nos ofrece en verdad un plus de realidad, pero hemos de vivir en Dios,.., encontrarnos con Dios.
La apertura a Dios comienza por uno mismo. Eso que en la Iglesia llamamos ‘conversión’. La cual no debemos suponer sin más, ya que tiene su inicio en una experiencia de encuentro con Dios y su amor. En nuestra tierra hemos dada por supuesta esa conversión durante generaciones, debido en gran medida a nuestras profundas raíces cristianas y al peso de tradiciones y de la cultura. La mayor parte de nosotros somos cristianos prácticamente desde que nacemos, ya que todavía mayoritariamente los padres eligen bautizar a sus hijos con pocos meses o pocos años. Estimo que así debe hacerse. Sin embargo, esa inserción a Cristo, a la fe y a la Iglesia desde pequeños ha de ir acompañada de un proceso de evangelización que propicie esa experiencia de encuentro con Dios. A partir de ahí los fundamentos de la fe cristiana y sus costumbres se van adquiriendo y afianzando con la naturalidad y la sencillez de la vida cotidiana cristiana: oración personal, oración comunitaria, celebración de la eucaristía y la confesión, lectura de la Biblia,…, realización de las obras de misericordia, etc. A Dios y su Gracia no lo podemos encerrar ni unas estructuras pastorales ni en un proceso por etapas. Sin embargo, en este camino de conversión y educación en la fe propiciamos espacios de encuentro con Dios. Es muy posible que la conversión de un chico/a se dé en una edad adolescente o juvenil. También a esas edades se plantean el sentido de la vida y qué hacer con ella. En un ambiente cristiano se favorece la pregunta por Dios. Preci- samente uno de nuestros grandes retos hoy es crear ese humus cristiano que se traduce en una cultura cristiana ofrecida a la sociedad.
La hermandad, la parroquia, la escuela católica, la familia cristiana,…, todos son ámbitos de transmisión de la fe y, por lo tanto, han de ser también lugares de encuentro con Dios. Hace pocos meses finalizó el sínodo de los obispos dedicado a los jóvenes y a la vocación. Entre las reflexiones que a mí me resultaron más interesantes cuando nos presentaron su desarrollo destaco el hecho que muchos jóvenes en nuestra tierra se interrogan por Dios, y también a qué les llama. En ocasiones no encuentran respuesta porque no hay un ámbito o un ambiente en el que formular sus inquietudes sin ser señalados. ¡Qué gran aportación cristiana podemos hacer a nuestros jóvenes si todas las instituciones que antes he citado nos esforzamos comunitariamente para ofrecer esos espacios vitales!
Una de las claves del Sínodo ha sido que la Iglesia se deje impregnar por un espíritu joven. Es decir, desde la invoca- ción y presencia del Espíritu Santo rejuvenecer la Iglesia. De esta manera, la Iglesia será siempre un espacio de acogi- da, escucha, acompañamiento, discernimiento, … , en defi- nitiva, un lugar donde encontrarnos con Dios.
En ocasiones tenemos la sensación que la Iglesia está cauti- va en sus propios márgenes vinculados al templo y a las propias dependencias. Sin embargo, somos ciudadanos y vivimos entre la gente. Hemos de vivir el impulso que nos da el sabernos amados de Dios y ofrecerlo a todos. Muchos son los inconvenientes y retos, e incluso nuestros pecados, pero la misión siempre es nueva e ilusionante.
El documento final del Sínodo de los Obispos sobre los jóvenes recoge gran cantidad de intuiciones e iniciativas. No me aventuro a resumirlas, pero sí les expongo que la Iglesia está llamada a habitar todos los espacios humanos de nuestra sociedad con un espíritu joven y decidido. En el documento se nos dice que en el sínodo se ha hablado de los jóvenes, del mundo digital, los migrantes, la familia, la escuela, la parroquia, la universidad, el trabajo, el discerni- miento vocacional, la educación sexual, la economía, la política, la mujer en la Iglesia, la relación con otras religio- nes, del matrimonio, de los seminaristas, de las vocaciones religiosas, etc. Se han tratado tantos temas que ha sido un auténtico reto sintetizarlos todos.
Para llegar a una Iglesia joven son necesarios los jóvenes. Pero además hemos de hacer más joven a la propia Iglesia en sus distintas dimensiones pastorales. La conversión personal, pastoral y misionera es necesaria, y pasa por un encuentro auténtico y creíble con Dios en su Iglesia.
Todos los cristianos estamos implicados en este proceso evangelizador. Más aún los que tenemos un ministerio especí- fico y formamos parte de algún grupo de vida cristiana. Parroquia, colegio, hermandad, movimiento,…, todos hemos de trabajar en común y ofrecer esos espacios de vida cristiana cotidiana en los que ayudar a encontrarnos con Dios.
Nuestras hermandades y cofradías cuentan con gran número de jóvenes que se sienten atraídos por la tradición, la belleza, la música, la fraternidad, …, Sin duda alguna constituís una gran oportunidad de evangelización. Os exhorto como sacerdote y pastor a ayudar a esos jóvenes a llegar a Cristo y a ofrecerles un camino de vida cristiana adulta en el seno de la hermandad.
En este pequeño artículo han destacado las palabras: Gracia, conversión, encuentro, jóvenes, Sínodo, Iglesia y espíritu joven, …, y, por supuesto, Dios, nuestro Señor. Toda la reflexión nos sitúa en un ámbito de Iglesia evangelizadora, misionera y sinodal. Es una oportunidad que tenemos de anunciar a Jesucristo con el testimonio de nuestras vidas para que otros puedan encontrarse con Dios, y desde la verdad, dar sentido a sus vidas.
Pido para todos vosotros, hermanos de nuestra Hermandad, que la cuaresma nos prepare para vivir cristianamente la Semana Santa y acompañemos al Santísimo Cristo de la Misericordia quien dio su vida por amor en rescate de la nues- tra.
A todos un abrazo fraterno y mi bendición.
Antonio Jesús Rodríguez Báez
Director Espiritual y Párroco de Nuestra Señora de la Asunciónde Osuna